Historias de un Encierro


2020

Rostros y paisajes, acontecimientos sociales y personales, tragedias y celebraciones, han sido capturados por la fotografía, poniendo en tensión la precisión casi científica de sus medios con la variedad interminable de las perspectivas autorales. Su contribución a registrar e interpretar estos días del COVID-19 ha sido y será, por tanto, invaluable.

National Museum of Women in the Arts - Chile


HISTORIAS DE UN ENCIERRO

Conscientes de los complejos momentos que vive nuestro país y el mundo, producto de los efectos del COVID-19, el Capítulo Chileno del National Museum of Women in the Arts, institución sin fines de lucro, cuya principal misión es visibilizar, promover y difundir a mujeres creadoras e interpretes chilenas en todas las disciplinas artísticas, ha querido hacerse parte de los desafíos actuales, abriendo espacios adicionales de creación que permitan una mayor comprensión del fenómeno que estamos viviendo.

Historias de un Encierro, proyecto fotográfico liderado por Felipe Forteza, con la colaboración de Gabriel Carvajal, busca, a través del trabajo de cuarenta artistas mujeres en cuarentena, ser un registro colectivo y reflexivo sobre los efectos personales, sociales e históricos de la crisis sanitaria en fotógrafas con diversas miradas.

Haciendo eco a las restricciones sociales del contexto actual, las imágenes se exhiben en primera instancia a través de esta exposición online, para más adelante, cuando las circunstancias lo permitan, darse a conocer en una exhibición presencial en CV Galería, socio-contraparte de esta iniciativa.

La decisión curatorial y la selección de artistas se fundamentó en sus destacadas trayectorias y la excelencia de sus trabajos, a fin de enriquecer la muestra. Asimismo, se eligieron dos tipos de tamaños (50 x 70 ó 70 x 50 cm.), con el objetivo de distinguir aun más el contenido y no el formato. La expresividad de las imágenes da cuenta de la calidad de estas creadoras, como también el agudo resultado de sus trabajos, utilizando el color o el blanco y negro para expresar libremente su percepción del momento único que han experimentado.

Agradecemos de manera profunda la confianza de cada una de las cuarenta artistas que participaron de nuestra invitación a registrar sus historias, que de cierta forma nos representan a todos.

Saludan cordialmente,

Comité organizador:

Drina Rendic, Presidenta NMWA-CHILE
Felipe Forteza, Vicepresidente NMWA-CHILE
Fernando Pérez, Director Museo Nacional de Bellas Artes y Director NMWA-CHILE
Kenny Hirmas, Directora del NMWA-Chile
Gabriel Carvajal, Director Fundación Ca.Sa y miembro del Consejo Asesor NMWA-Chile

HISTORIAS DE UN ENCIERRO


La Pandemia del COVID-19 ha recorrido el mundo de un extremo al otro.

Ella ha sido mucho más que una crisis sanitaria. Ha sido un fenómeno social y personal; económico y cultural. En un plazo brevísimo, nuestros referentes y nuestras certezas se esfumaron.

Uno de los escenarios más inesperados, provocados por esta crisis, ha sido el del confinamiento, adoptado por los países a diversas escalas y durante períodos variados. Todos hemos tenido que convivir a nuevas distancias: a la vez más pequeñas y más grandes. Nuestro mundo se tornó un micro mundo, un universo pequeño al que nos debíamos reducir. El más allá se volvió una realidad virtual o un paisaje atisbado. Todo ello marcado por el miedo o la desconfianza, la incertidumbre o la depresión. A veces también por la solidaridad y la esperanza.

Suponemos que este fenómeno pasará, pero no debería esfumarse de nuestro imaginario. Diarios, crónicas, mensajes han surgido en diversas latitudes con ocasión de la pandemia. Ellos han permitido, por un lado, compartir una experiencia única y, por el otro, guardarla para futuras generaciones.

Desde hace casi dos siglos la fotografía se ha transformado en un instrumento privilegiado para retratar nuestro mundo. Ella y sus derivados, como el cine y el video han sido, por su novedad, el arte de los siglos XIX y XX. La imagen que tenemos de nuestra era, la debemos en buena parte a la fotografía.

Rostros y paisajes, acontecimientos sociales y personales, tragedias y celebraciones, han sido capturados por la fotografía, poniendo en tensión la precisión casi científica de sus medios con la variedad interminable de las perspectivas autorales. Su contribución a registrar e interpretar estos días del COVID-19 ha sido y será, por tanto, invaluable.

De allí el sentido que adquiere la convocatoria del Capítulo Chileno del National Museum of Women in the Arts, invitando a un conjunto de artistas fotógrafas, de diversas generaciones, a ser parte de una exposición que constituya un intento por retratar y atrapar las diversas aristas de esta tormenta a la que hemos estado expuestos durante el primer semestre de este 2020. Ella permitirá contribuir a crear un registro colectivo, denso y cualificado, que con los medios de la fotografía y el ojo de las mujeres, ilumine estos misteriosos y terribles acontecimientos, dándole esa profundidad reflexiva y ese carácter multidimensional de los que sólo el arte es capaz.

Fernando Pérez Oyarzún
Director Museo Nacional de Bellas Artes

Francisca Reyes

La improvisación

Diego, actor y escritor, ha creado su propia rutina durante la eterna cuarentena.

Encerrado en su departamento durante meses, se levanta cada mañana, va a su cocina y se prepara una taza de café y un pan con palta de desayuno. Así, día tras día.

Una fría mañana de junio pasado, sin embargo, despertó con ganas de comer tostadas con huevos. Fue a la cocina, tomó dos huevos del refrigerador, puso uno en el sartén y el otro, al cabo de unos segundos, lo aplastó contra su cabeza.

No sé exactamente que lo habrá llevado a hacerlo, pero pienso que fue el cansancio, o tal vez la necesidad de encontrar una oportunidad forzada de quebrar la rutina con un gesto absurdo.

Históricamente hablando, pienso que situaciones tan estresantes como un confinamiento impuesto a nivel país. Te empuja a actuar de manera errática o, al menos, de forma inusual. Lo que Diego hizo me hace pensar en las acciones de arte o performances de los años 70, que iban estrechamente ligadas al espectador y su intención de generar una reacción en él. A su vez, eran una crítica o acusación con un espíritu transformativo o sugerentes de un nuevo modelo de pensar el mundo.

Creo que para Diego, el hecho de reventarse un huevo en la cabeza fue su forma de denunciar agotamiento, fatiga y hastío.

Con el huevo entrelazado en su pelo y goteando por su cara, lo miré interrogante. El respondió con una cara que sugirió al mismo tiempo resignación y rebeldía, y luego los dos nos pusimos a reír.

Sigo creyendo, más que nunca, que en estos momentos, en que todo lo que nos rodea es tristeza, el humor es nuestro capital esencial para el desarrollo humano. Ver a Diego cubierto de yema amarilla, fue un momento de felicidad, que hoy aprecio más que nunca.

Andrea Brunson

Sin título

El confinamiento ha sido duro. Ha sido frustrante y ha sido muy desafiante emocionalmente. Lleno de contradicciones. Días buenos y días malos. Horas y horas que se repiten.

La fotografía, en medio del encierro, ha sido para mi un respiro, un refugio.

Encontrarse con un momento, una linda luz, una composición o escena poco probable entre esos espacios tan conocidos. Es en lo cotidiano e íntimo donde se me aparecen esas instancias y en eso la cuarentena ha sido una aliada.

Esta foto la hice en marzo; nunca me imaginé que tres meses después seguiríamos en esto.

Bernardita Bennett

Sin título

Esta cuarentena ha significado repensar muchas cosas y también tiempo para explorar actividades en el encierro, como nuevos oficios.

Al principio me había entusiasmo, pero con el pasar de los días, la incertidumbre hace que se haga mas difícil concentrarse. Echo de menos juntarme con la gente que quiero, estar en contacto con la naturaleza, y en general desplazarme libremente.

Alejandra Undurraga

Sin título

Libertad y encierro. Nunca pensé que podía experimentar ambos conceptos al mismo tiempo, pero hoy se entrecruzan en mi mente cada día. A veces me siento en paz y eso me gusta, otras me quedo paralizada, lo que definitivamente me asusta.

Durante esta cuarentena he logrado experimentar dos caras de la pandemia: tengo toda la libertad del mundo pero a la vez estoy presa. Me gusta estar en la casa, pero estar obligada a quedarme en ella se ha transformado en un confinamiento forzado que me hace sentir encerrada.

Tengo más tiempo, parece interminable, y aún así no alcanza. Nuevas oportunidades aparecen, pero están fuera de alcance, allá afuera. Mi mente está en calma, pero al mismo tiempo siente gritos. El tiempo va pasando pero a la vez está suspendido.

Bárbara Oettinger

Sin título

Hace frío y ha dejado de llover.
Aprovecho este momento para poder salir a caminar con mi cachorra y mi cámara.

Parece domingo desde hace 3 meses y un poco más. Mientras caminamos por el barrio, Mika aprovecha de chapotear en cada poza de agua que ve. Es el único ser rebosante de energía en toda la cuadra. Veo algunos autos pasar, un par de bicicletas delivery y dos personas que caminan en veredas opuestas pero en el mismo sentido.

Puedo sentir el silencio y la calma en una calle que solía ser un continuo trajín de idas y venidas. Mika olfatea uno que otro árbol. Seguimos caminando, y esta vez decidimos cambiar de rumbo y variar un poco.

Todo se ha hecho tan monótono que el sólo hecho de cambiar de dirección se ha convertido en una hazaña alucinante. Caminamos un par de minutos más cuando de pronto, yo me encuentro con esta imagen, y Mika se encuentra con un nuevo amigo.

Constanza Miranda

Alternatio

La contemplación es un acto donde la percepción del tiempo, la calma y la capacidad de percibir lo exterior a nuestra individualidad se hacen presente. Al mismo tiempo, nos sumerge en la posibilidad de poder perdernos y expandirnos en el espacio.

Sin embargo, este ejercicio pareciera funcionar de forma diferente en el encierro. La conciencia del límite, libera de forma permanente nuestro propio interior, por lo tanto, su más genuina inquietud. Sin elección, sin más posibilidad.

Esta paradoja es pura ambivalencia, neologismo que viene del latín ambo (ambos) y valere (fortaleza física). Dos miradas antagónicas, dos fuerzas que nos dejan en un punto ciego de pura contradicción. Lo cálido y lo frío, lo satisfecho y lo vacío.

María Rosario Montero

Imposibilidades de un paisaje

Parece que el confinamiento ocurre en varios niveles, no es solo estar encerrados: es estarlo en el encierro. Parece que nuestros cuerpos, despojados de la capacidad de transitar por el espacio, se han encerrado en sí mismos.

Y en este no transitar, en el que nuestros paisajes se limitan a una mirada cotidiana, híper vista y sentida, ya no podemos contemplar grandes espacios, cordilleras nevadas o ríos caudalosos. Nuestro encierro, en la ciudad de cemento rodeados por otras ventanas, de otros edificios, repletos de otros posibles contagiantes, no nos deja ver el cielo. Las tormentas no se anuncian en el horizonte, por que la vista desde el encierro, carece de él. Las nubes se anuncian a través de las aplicaciones, las radios y los mensajes de otros que pueden ver, que pueden salir (ya sea por voluntad o por necesidad) y que ven esos horizontes.

En este encierro, ese anclaje al territorio, a la cordillera omnipresente que abraza la ciudad, se desdibuja, como se desdibujaron las fronteras ficticias en un virus que llegó sin ser invitado.

La vida ocurre sin darnos cuenta entre imágenes, elegidas o impuestas, de una realidad que ya nunca mas será nuestra.

Valeria Zalaquett

Sin título

Ya no ves lo conocido, nada habla igual. El tiempo dejó de transitar y se detuvo a toda costa. La naturaleza aun gira, pero ahora no la vives. Avanza y no la sientes. Estás presente sin estarlo.

Maite Zubizarreta

Por la ventana

Desde el confinamiento, como muchos, me he visto impedida a salir y trabajar como generalmente lo hago. Mi proceso creativo en los últimos años ha estado anclado a una investigación de obras arquitectónicas en ciudades, que recorro específicamente de acuerdo a este inventario. En la búsqueda de estas edificaciones modernas muchas veces reparo visualmente en algunas sorpresas. De cualquier forma, el salir a la calle y recorrer visualmente la ciudad, ha sido una práctica constante en mi trabajo, para registrar, rearmar y representar mediante la fotografía. La visualización de las fachadas exteriores, sus estructuras y geometrías son recurrentes en mis obras de paisaje urbano, las cuales intervengo digitalmente realizando cruces con distintos medios.

Ahora, desde adentro y mediante la fotografía que presento en esta oportunidad, intento ver la arquitectura y el paisaje desde otro punto de vista. El interno / interior tiene otro tiempo en el pasar del mismo, nuevamente soportado en una estructura pero con un paisaje exterior que va cambiando.

Esta imagen para mi es un ejercicio de observación de la luz, de las estaciones y del paso del tiempo que luego intervengo en la línea pictorialista que vengo desarrollando.

Josefina López

Viaje al interior de un espacio sin tiempo

El tiempo detenido
La oscuridad infinita
La quietud
La luz
El dibujo
Las sombras
Lo borroso
La deconstrucción
El paisaje perdido
El paisaje interior
El viaje, la carretera, el escape
La naturaleza muerta
La habitación
Lo íntimo
El sol de la mañana
El juego
Los sueños
Los miedos
La espera
El silencio
Las ambulancias
Las calles vacías
Las protestas
El frío
El hambre
Las banderas negras
Las banderas blancas
La muerte
El desvelo
Lo velado
La pintura
Las obsesiones
El estudio
Los geométricos
Sombras blancas
Sombras en la noche

Sofía Nercasseau

Reproducción Vegetal

Los vegetales son dividuos, por ende divisibles.

Eso quiere decir que se pueden dividir infinitamente a partir de una hoja, a diferencia del humano que son individuos, indivisibles.

La reproducción vegetal se puede hacer desde una hoja, por un esqueje.

En este tiempo me he dedicado a reproducir vegetales, para tener las manos en el verde, que está generalmente en el exterior. Incorporar el tiempo de las plantas, la observación como método, el movimiento con el sol.

Cada esqueje en un frasco de vidrio diferente. Algunas aún no han enraizado, otras sí.

Alegría por una nueva raíz, la adaptación misma. Tengo una orquesta vegetal.

María Hurtado

Contener

La fuga de certezas atraviesa nuestra piel hasta llegar al fondo de nuestra fragilidad.

Heridas que emergen transparentes a la superficie, se posan en nuestra almohada en las noches. Aliadas de la incertidumbre y los sueños que elegimos olvidar.

La caja de luz, observadora omnisciente, devela la grieta oscura y penetrante.
Buscando tener un lugar en el otro, que contenga nuestra fisura.
Fundirnos y abrazarnos.
Eso hemos sido estos cien días, contenedores de sombras colectivas.

Mi profundo agradecimiento a mis contenedoras de cuarentena Magdalena y Fernanda. Que sigamos abrazándonos y creando juntas siempre.

Fotografía tomada con una caja de luz y una cámara digital, en Junio 2020.

Javiera Infante

Sin Título

La cuarentena ha estado llena de contradicciones.

Por un lado, está el goce de estar en familia, de observar a mis hijas crecer, de estar en casa calentita y de tener mas tiempo para estudiar. Por otro, está la desesperanza de ver la muerte de cerca y la realidad de la pobreza exacerbada.

Es por esto que propongo la rosa como símbolo de lo contradictorio.

Relaciono la rosa con la belleza y con las espinas, con romance y olvido, con florecer y deterioro.

La represento contrastada y dramática. Imagen atractiva y bella, pero a la vez marchita y violenta.

Juana Gómez

La muerte tiene olor a tierra

“La muerte tiene olor a tierra”: Esa fue la primera frase que escuché en mis clases de alfarería, en Quinchamalí, una fría mañana de invierno. La dijo el marido de mi maestra alfarera, mientras comíamos sopaipillas y tomábamos té al lado de la cocina a leña, viendo cómo la niebla borraba el paisaje a nuestro alrededor.

Su marido había pasado meses en estado de coma, y mientras mi maestra me enseñaba a trabajar con el barro y moldear la tierra, yo no podía dejar de pensar en el olor a muerte que emana de la tierra fértil.

La pandemia que estamos atravesando nos ha enfrentado a nuestra propia fragilidad.

Esta foto fue tomada en junio de 2020, a dos años exactos desde que escuché aquella frase. Este agujero está en un bosque de robles, cerca de la casa donde he estado aislada hace ya cuatro meses. Desde allí he visto cómo el invierno cae sobre la naturaleza como una mortaja gélida, pero sé que la muerte que trae el frío es necesaria para la resurrección de la primavera.

Aune Ainson

Sin título

Ha sido un proceso que está marcado por contradicciones, por estar aún más atenta a lo que pasa dentro, a mi propia cabeza, y estar más presente a los detalles, a lo que me rodea.

Días de soltura, días de compresión, tensión, así son los días ahora. Pueden significar una cosa y de repente lo contrario. ¿De dónde me afirmo?.

Placer intenso que se desvanece en horas, sensación de flotar, que se esfuma en minutos.

Queda volverse silenciosa. Reconquistar el territorio propio, de sí mismo, para sí mismo.

Carolina Delpiano

Sin título

Me retrato en medio de la ropa tendida que inunda mi living, para recordar el momento. Son tiempos sin palabras, no tengo nada que decir, nada que decir tampoco con esta foto. Cuando decido que ya no voy a participar de esta convocatoria porque no logro darle relato a estos días tengo un sueño, lo transcribo desvelada y al releerlo entiendo que he soñado la pandemia. En ese pequeño cuento leo las claves de su miedo, de su geometría, de lo íntimo y lo colectivo y encuentro las palabras que necesitaba para iluminar esta foto oscurecida y muda por mis malos pensamientos.

Carolina Agüero

El significado de la palabra

Encontré una biblia en el baúl de mi casa, y comencé a reflexionar sobre mi niñez.

Esta cuarentena me ha evocado y me ha llevado al pasado, a los recuerdos ya olvidados en mi memoria. De esta forma comencé a leer los versículos más fuertes y violentos: los arrugué como un acto de enojo y comencé a punzar con la aguja y el hilo rojo, tapando de alguna forma estas palabras tan fuertes, como un acto de borrar mis propios recuerdos, para comenzar una nueva historia.

El hilo y la aguja se han hecho mis mejores amigas durante estos meses de confinamiento. Romper, coser, bordar y tejer son la representación de un acto de liberación, deshaciendo para construir de nuevo.

Levantando un nuevo ser, entrelazando, tejiendo mis dolores y mis memorias, resignificando las emociones en esa acción, emulo a las mujeres de algunas etnias indígenas, donde trenzar simboliza una operación sanadora, en donde se tejen los dolores y las angustias internas, expulsando la tristeza, enredándola en el pelo con cantos para curar.

María Cristina Alemparte

Sin título

En este bello texto está toda mi fotografía.
(Poeta Jorge Del Río)

En el encierro        En el silencio de mi sombra
La luz de un grillo     La estrella nueva apareciendo

En el encierro        En el silencio de mi sombra
En el encierro        En el silencio de mi sombra

Y digo que           Será la noche quién me hable
Con ella iré          Dejando ropa en los rincones

Y voy                Me duermo ya obscuramente
Y vuelvo             De nube en nube hacia ninguna parte

Cecilia Avendaño

Sin título

El proceso creativo de este imaginario se inicia poco antes del aislamiento que vivimos y se originó con la investigacion sobre las enfermedades y sus metáforas, realizada para la serie anterior, “Enfermedades Preciosas”. Mi vivencia durante esta pandemia viene a reafirmar, a través del arte, mi búsqueda sobre el cuerpo, lo espiritual y lo humano. Los secretos que éste anida, sus manifestaciones físicas y exudaciones.

El oxímoron –enfermedades preciosas– se entiende entonces como una metáfora sobre la relación entre lo aparente y lo auténtico, la artificialidad en contraposición a lo genuino.

Es un cuerpo indescifrable, indecible, una incertidumbre constante entre el poseer un cuerpo y el ser cuerpo; un espacio intersticial entre la designación y la poesía; lo impuesto y la necesidad de sanación por medio de las energías que abarcan la relación entre el humano y la naturaleza. Virginia Wolf diría que “el estar enfermo es un estado en el cual se ve mejor el cielo”.

Este encierro no sólo me ha permitido crear imágenes que salen a mi encuentro y me invitan a seguir pensando, sino que, también, ha sido un momento de introspeccion y transformaciones internas; quiero pensar que nos enfrentamos a una encrucijada que no deja intacto a nadie de los que hoy habitamos este mundo. Asi como el mapuche, para el que no existe una palabra que se traduzca por ‘enfermedad’, usan término kutran –dolor–, que es más bien un efecto o característica de aquella, denota un estado de cambio en que el ya ha comenzado la mejoría. Para ellos, la sabiduría está en saber escucharse y en sanarse con lo que te protege: la luz, la naturaleza, los astros, la tierra.

Mi punto de partida en esta obra fija su atencion en el rostro que se mezcla con materiales delicados y sutiles, con trozos de naturaleza que vienen a recordarnos un origen y a invitarnos a un retorno. Este rostro nos muestra la enfermedad como una oportunidad de conocernos y reconocernos. Se observan enfermedades visibles, pero al mismo tiempo traen con ellas elementos de proteccion y sanación; eso las hace misteriosas, poderosas y bellas, a través de las cuales quisiera señalar una manera distinta de ejercer poder sobre nuestra existencia, y el camino parece ser el siguiente:

Transformarnos, mutar, exudar aquello que hemos venido conteniendo, nuestra naturaleza.

Pía Bahamondes

Simbiontes

Para este proyecto, que consiste en reflejar mi experiencia como mujer y artista durante el encierro generado por el COVID-19, decidí ocupar la fotografía desde la manipulación y el dibujo digital, alejándome del registro mimético de lo real. Esta decisión se vincula con mi línea de trabajo.

Con mi fotografía titulada Simbiontes*, deseo referirme a la relación personal con el propio hogar, en el contexto del encierro forzado ante la pandemia mundial. Pienso que este entorno inmediato, que construimos de manera constante, también nos construye, estableciéndose por lo tanto una relación simbiótica sin fin. Esta convivencia se ha transformado en una cohabitación a tiempo completo debido a la cuarentena, una inmersión constante, y a ratos abrumadora de uno en uno mismo.

Dicho esto, representé esta convivencia a través de límites difusos entre mi rostro y el entorno, desde la fotografía y el dibujo digital y desde la cosmética como intervención en este rostro-territorio. Simbiontes representa el enfrentamiento, la convivencia de mutuo beneficio en que ambos se necesitan para existir.

*Simbiontes se refiere a organismos que se encuentran en una relación simbiótica. Simbiosis se remonta del griego antiguo syn y biosis, que se traduce como con-vivientes.

Alexandra Edwards

Cien días de confinamiento

Afortunadamente ya están muy atrás los primeros sesenta, los más duros, cuando el corazón latía sin orden, la culpa se apoderaba de los espacios de paz y el miedo a lo desconocido se metía hasta en los tazones de café. El mundo parecía a punto de derrumbarse y entonces para qué leer, aprender, preparar los pinceles o elegir colores. Nosotros también nos converteríamos en polvo que barrería el viento.

Hasta que muy suavemente, como si una fuerza interna reordenara nuestros huesos, empezamos a mover las manos. A cocinar calditos para entibiar los días grises. A teñir papelitos con té o curcuma. A amasar primero harina con agua y levadura y después un puñado de greda. A modelar, a dibujar, a pintar con acuarela, a recortar figuritas que parecen moverse solas…

De la fragilidad ante lo inesperado y lo aterrador a la sensibilidad para leer el mundo a través del arte.

Vivir la cuarentena junto a mi hija adolescente, y artista terminó siendo un regalo inesperado. Ella aprendió a sobreponerse a través de sus creaciones y yo descubrí que puedo mirarla desde muy cerca y escuchar su respiración. Creo que se llama resiliencia.

Francisca Sumar

Muñecas

En la monotonía y el encierro, los días parecen repetirse. Sin embargo, dentro de la cotidianidad y de la rutina tediosa, tendemos a buscar pequeños cambios que nos permitan registrar el paso del tiempo. Estas mínimas variaciones todos los días, durante el encierro, adquieren un valor diferente. Pasan a ser eventos que marcan nuestros días.

El confinamiento es complejo, y en nuestros hogares los simples rituales constituyen el telón de fondo de nuestra vida cotidiana. Nuestro aspecto, nuestros estados mentales, pensamientos, emociones, intereses, actividades y certezas van cambiando lentamente día a día, mes a mes.

Esta foto es parte de una serie de retratos de tres niños y un perro que están viviendo conmigo la cuarentena en Santiago.

Valentina Osnovikoff

Tiempo desbordado.

Desaprender formas de entender y percibir nuestro entorno no es fácil. El desarraigo de comportamientos y creencias sostenidas por tantos años parece un desafío. Crecimos pensando que el tiempo valía oro. Demorarnos menos, producir más. Ese paradigma nos ponía en una permanente posición de necesidad e insatisfacción. Ahora tenemos más tiempo y parecemos desconcertados mientras nos enfrentamos a la curiosa domesticación de una nueva normalidad.

El niño no necesita desaprender. Al contrario, su mente inquieta y lúcida, es capaz de descubrir otras formas de entender y establecer juicios propios sobre el valor de cada segundo en su vida, sin depender de una balanza y un reloj.

En medio de la vorágine sin rumbo, de pronto las prioridades cambian y sus velocidades también. Así, las horas a la peluquería quedaron desplazadas hasta nuevo aviso, y dormir se vuelve un acto de sabiduría al terminar el día.

Valentina Tagle

Historias de un Encierro

Al intentar relatar mi experiencia de cuarentena, tiempo donde una gran cantidad de emociones y experiencias afloran y se mezclan, puedo claramente visualizar dos conceptos patentes: la contradicción y la transformación, el enfrentamiento entre dos fuerzas opuestas entre si. El como nos afectan y obligan al cambio.

Sin preparación ni advertencia previa, una atmósfera de irrealidad pareciera apoderarse inconscientemente de todos nosotros. El tiempo detenido ha dado lugar a momentos de reflexión, que nos permiten observarnos desde otra perspectiva, y a su vez vernos reflejados en quienes nos rodean y han estado junto a nosotros en estos momentos.

En mi caso, me he visto particularmente interesada en reinterpretar las conductas y juegos de mis hijos, que ya no solo me hablan de lo que sucede dentro de mis cuatro paredes, sino de lo que le sucede a toda la humanidad. La forma en como se han ido transformando nuestras realidades, la locura del encierro, la fragilidad de la vida, la desesperanza, el miedo y la incertidumbre. Rabia y desconfianza nos han sumergido en un relato de ciencia ficción ,que a mi parecer nos interpreta y une a todos.

Si creo que algo muy latente y positivo de esto, es como ha cambiado el sentimiento de individualidad. Hoy solo existimos en forma colectiva y depender obligadamente de la conducta de los otros, nos hace visualizarlo de forma patente.

Teniendo claro que la “normalidad” pre-pandemia no era el camino que debíamos recorrer como humanidad, me he visto interesada en revalorar el transcurso del tiempo, la real sensación de soledad y de amor.

La crudeza de este tiempo lo transforma en una experiencia mas palpable y verdadera, mas sincera incluso. Ha sido el gatillo que nos da la fuerza, ayudando a visualizar realmente un despertar de la conciencia colectiva.

Francisca Valdés

Sin título

El encierro nos ha desestabilizado. Tenemos una nueva rutina que se instaló en nuestras vidas, opuesta a la cotidianeidad anterior, que se caracterizaba por un sistema relacional, vivido como autómatas.

El coronavirus rompió el criterio de realidad; nos puso un espejo, y de pronto nos vimos plasmados como un reflejo de nuestra sociedad: desigual, frágil, y con mucho miedo.

La imagen fotográfica que comparto me interpela en muchos niveles de conciencia en relación a los estragos del virus. Condensa además la ausencia y deja puesta la pregunta: ¿Qué nos pasará en el porvenir?.

María José Pedraza

Sin título

Descalzas nos paramos desde mi ventana. Algunos días te obligan a cerrar los ojos, arrugar tus párpados para que no entre esa abrumadora luz blanca que a veces nubla la vista. Los cielos azules te gustan más. En esos días más coloridos no dejas de observar todo lo que hay a través del vidrio en nuestro techo.

Pareció una espera larga antes que llegaras. Los días se mezclaban y era difícil desconectar del torbellino de pensamientos que aparecen en temporadas inciertas.

Gracias a ti, ahora nuestra casa parece un mundo nuevo. Aprendemos y nos conocemos. Aunque a través de esa ventana puede estar apareciendo un exterior ahora extraño para nosotras, siguen ahí las que eran para mí importantes anclas. Lo que me aterriza de lo incierto: las montañas nevadas, los colores de los árboles, el cambio de las estaciones. Ese pequeño escape al mundo exterior que te muestro desde un lugar seguro.

Sí, descalzas pero juntas nos paramos, en un piso que parece más sólido al que me sostenía antes de que llegaras.

Teresa Aninat

Mi voz entumecía

Ante la desaparición de mis pasos, lo que ha quedado es mi voz y los sonidos de la ciudad desvanecida ante mis ojos.

Noche tras noche, he mirado el cielo buscando las estrellas y la luna en sus múltiples fases, intentando en la oscuridad contabilizar los días de encierro tras las luces que se encienden y el silencio que comienza a poblar la ciudad. Desde acá diviso a la distancia un edificio que se proyecta verticalmente y la luz tenue que atraviesa horizontalmente el muro colindante de la casa vecina.

Vertical y horizontal, que desde mi encierro configuran mi propia ciudad. Ante la puerta de mi casa descansa un gran objeto, un megáfono de fierro que reposa silenciosamente. Hace muchos años lo construí y viajé junto a él recorriendo salares, desierto, pampa, borde costero del norte de Chile. Juntos fuimos a recitar unas palabras prestadas hacia el vacío de múltiples paisajes.

Una noche de encierro decidí tomar el megáfono, llevarlo a la altura y ubicarme junto a él esperando que se encendieran las luces verticales y la luz horizontal que recorre el sitio vecino. Esperé la llegada del silencio que se impone a una hora determinada y me detuve. Recuerdo que mis manos sostenían el gran megáfono para evitar su vaivén y cuidar nuestro silencio, mudos como el frío de esa noche tras la fuerte lluvia. Éramos un solo cuerpo extendido. Esperando.

En la oscuridad, los sonidos de la cuidad comenzaron a desaparecer, una ausencia de voces, cuerpos, motores, ruidos conocidos y desconocidos. Y, en un instante preciso, el silencio de la ciudad se hizo presente con todo su vacío. El megáfono seguía apretado entre mis manos esperando que recitara algunas palabras prestadas a esas luces encendidas, pero el vacío de la ciudad se internó dentro del megáfono y mi voz entumecía. Entonces, en mi mudez, sentí que esa ciudad lejana y silenciada se acercaba. Yo sabía, por las luces encendidas, que había otros cuerpos lejanos, otra ciudad más allá de la mía y otros paisajes más allá del cielo oscuro de mi noche brumosa.

Cecilia Coddou

Espacio público no apto para la recreación

Entre la revuelta social y el confinamiento, realicé una residencia artística en la localidad de Chañaral (región de Atacama), “reconocida” por La Playa Grande, un depósito de miles de toneladas de relave minero desde 1938, lo que la convierte en un espacio público inhabitable, sólo apto para la contemplación.

La imposibilidad de recreación en el espacio público reaparece, a mediados de marzo, cuando vuelvo a Santiago con la cuarentena obligatoria. Frente a esto, los que hemos tenido la posibilidad de quedarnos en nuestras casas, hemos estado conectados con el espacio exterior a través de imágenes y videos que vemos y tocamos desde la pantalla de nuestros celulares o computadores –además de las vistas de nuestros balcones y ventanas. Algo que ya ha mencionado la investigadora en estudios visuales, Nathalie Goffard, la pantalla como ventana al mundo1, estrategia que ya veníamos usando hace algún tiempo, pero que ahora se acentúa y toma un protagonismo que no quisiéramos2, al ser casi la única alternativa para relacionarnos con el espacio exterior y con el otro.

La imagen-paisaje imita un pantallazo o captura de pantalla de YouTube, que reúne archivos de tiempos y espacios heterogéneos en los que he habitado el último tiempo (Santiago, noviembre 2019- Chañaral, enero 2019 -Santiago, marzo 2020). Esta reunión de archivos intenta ir en contra del distanciamiento social pre revuelta y COVID-19, que veníamos acarreando con problemas como la centralización3.

Ojalá el confinamiento nos permita reflexionar para preparar nuestro encuentro (reunión) y repensar en un mejor porvenir para nuestra sociedad del que ya veníamos cuestionando con mayor intensidad hace unos meses.

*Por otro lado, la cocina (ollas comunes, recetas y panes recién hechos) y el cielo (atardeceres) son elementos que se han mostrado de manera recurrente en redes sociales durante el confinamiento.

1. Pintura como ventana al mundo.Tan lejos tan cerca, Publicaciones VIRAL, Boletín 01 por El Rayo Verde Editorial (2020)
2. Creo que la mayoría preferimos el contacto físico que virtual.
3. Si bien el término distanciamiento social se refiere a mantener un espacio entre personas que no viven juntas para evitar la propagación del virus COVID-19. Esta práctica de mantener distancia con otros - desconocimiento del otro- ya estaba instalada en nuestra sociedad y se veía reflejada en aspectos como el capitalismo, el individualismo exacerbado, el patriarcado, la desigualdad social, la desconfianza en instituciones entre otros.

Francisca Infante

Vista al oriente

Pintura digital, basada en fotografías, que representa un pequeño fragmento de la vista que tengo desde mi ventana.

Una imagen específica desde mi lugar y a la vez común.

Una vista reconocible por cualquiera y que puede resultar más o menos familiar, sin ser específico o único de un solo lugar. Que es a la vez también, una reducida muestra de un paisaje que basta para detectar una identidad específica de Santiago. Lugar donde he pasado este encierro.

Este encuadre desde mi espacio es casi estático. Si no fuera por la variación de los colores que ocurre en el pequeño pedazo de cordillera que es posible ver.

Francisca Montes

Hall

Me pareció interesante trabajar en esta oportunidad, a partir de un registro fotográfico de los espacios comunes del edificio donde vivo.

El 18 de marzo de este año fui diagnosticada con Covid-19. Pensé que sería un cuadro leve, nunca me he enfermado de gravedad. Los días pasaban, y mi guagua de 8 meses también se había contagiado, para ella parecía ser efectivamente leve.

En mi caso los síntomas comenzaron a agravarse. El lunes 23 de marzo me internaron de urgencia en la UTI (Unidad de tratamientos intermedios), diagnosticada de Neumonía Multifocal.

Diariamente me dediqué a fotografiar mi estadía hospitalaria: las comidas en las bandejas de plumavit, las máquinas de radiografías, la pieza, y lo más interesante era la maravillosa vista por la ventana de la Vega Central. Ese lugar parecía no estar afectado por la enfermedad, el movimiento iniciaba a las 5.00 am.

Al regresar a mi casa me encontré con un papel pegado en el hall del edificio. Este relataba mi estado de salud, junto a mi nombre completo y dirección exacta. Estaba tan contenta de volver con mi familia, que no reparé en la tremenda violación de mi privacidad a la que estaban incurriendo, al publicar mis datos personales.

En ese mismo tomé “Hall”, la fotografía que presento a este concurso. Un espacio privado y público a la vez. La imagen da cuenta de un contraste entre el estilo modernista de la arquitectura y una pizarra verde-escrita a mano, donde se publican las instrucciones de como habitar en la comunidad del edificio.

Isabel Fernández

Sin título

Aceptar como refugio un espacio desconocido.
Cerrar la puerta.
Serenarme.

Observar en silencio su lenguaje. El de sus luces, destellos y sonidos.
En la soledad de los movimientos restringidos, en la atención a lo que es, asoma una voz… reflejada en el polvo, un viaje de luz en un cristal.

Un aleteo obliga al silencio para escuchar; a la quietud, para descifrar.
Detenidos un instante ante la elección de acercarnos al amor y evolucionar, o exhalar…

Alejandra Arcuch

El cara de caja

La fotografía que presento forma parte de una serie de retratos de personajes construidos junto a mi hija Elena, durante el período de encierro.

Estas figuras fueron creadas con objetos reciclados de productos consumidos en el confinamiento.

Para el proyecto fotográfico “Historias de un encierro”, escogí el retrato del personaje que apodamos “El cara de caja”, el cual, a través de su aspecto precario y descuidado, da cuenta del estado de reclusión, de fragilidad y de decrepitud. Esta figura revela una fase entre incertidumbre y adaptación. Surge la creatividad de la basura, se construye con lo que se tiene y eso que se tiene es el reflejo de las conductas, de la rutina, de los elementos de consumo y de evasión.

Por medio del blanco y negro, exacerbo los contrastes otorgándole una apariencia escultórica al objeto, dignificándolo, sacándolo del mundo del desecho para llevarlo a otro espacio, a un drama, a un personaje.

Paulina Cox

Historias de un Encierro: “Sistema #”

Querido #
Te enfrentas ante mis ojos con la magnitud de tu formato
Tu # desafía mi silencio
Tu ausencia toma el peso de la carencia
Mi alma clama tu presencia.
Tu exigencia deforma mi cuerpo
La forma. Mi parálisis
Mis esperanzas en un abismo de agonía
Mis manos mi instrumento
Mi instrumento mi recuerdo
Mi recuerdo el dolor de una ficción.
Mi esperanza tu mirada.
Tu mirada mi cura
La cura mi arte.
La música trae a lo corpóreo
El corazón muta lo corpóreo
El movimiento…
El # de una improvisación
Lo # de lo contemporáneo
¿Quién es el ser contemporáneo?
¿Quién es el ser del Sistema?
Movimiento y ser contemporáneo
¿Es la inquietud de nuestras manos?
¿Es el frenético andar de nuestros pies?
¿Es un puente hacia nuevas formas?
……..horma y re-forma en franca comunión…

PD: El sostenido (♯), en el ámbito de la notación musical, es un signo conocido como alteración que afecta a la frecuencia de una nota aumentando ésta en un semitono…

Antonia Cruz

“Sin titulo”

“La presencia actual de la muerte y la frágilidad de la vida se presentan en la descomposición de la imagen; la desestabilidad de ésta hasta su desaparición.

La imagen en una relación de fragmento que resucita al vacío.

El retrato compuesto por fisuras territoriales se desplazan por la mente y trazan innumerables caminos. Cartografía del infinito de una memoria eterna.
El descalce de las partes que conforman el todo. Escombros de la existencia. La realidad se deshace y se vuelve a ensamblar.

La dualidad de lo oculto se revela y la indentidad desaparece.
La Fotografía nace como máscara mortuoria y se transforma en un rostro ineludible de una historia latente”.

Marilú Ortiz de Rozas

Piano al amanecer, en cuarentena

Hace ya veinte años inauguramos el tercer milenio y los humanos hoy pueden volar a otros planetas o fabricar armas capaces de eliminar ciudades completas, pero no hemos logrado aún controlar un pequeño virus, nacido de un animalillo insignificante, en un país muy lejano. Un hecho irrefutable que nos lleva a preguntarnos por las prioridades de este ser humano, enfocado en el poder y la gloria, a costa de nuestro planeta y sus recursos naturales. Estos se extinguen a la par de nuestros viejos durante esta triste pandemia.

Hemos debido encerrarnos, y si bien intramuros el proceso ha sido precioso, pues hemos podido compartir un tiempo y una experiencia invaluable con nuestros seres más cercanos; lo que sucede al exterior del recinto protector de nuestra morada es terrible.

Por eso, esta imagen en la que mi hija menor se sentó al piano una mañana en que llegaban unos fuertes rayos de sol por nuestra ventana, a pesar del gélido otoño que cayó sobre Santiago, para mí simboliza lo que estamos viviendo. Representa la sensibilidad de la mujer, que durante el encierro se aferra a la música, como símbolo supremo del arte más puro y sublime, para soportar el duro confinamiento. Podría ser un cautiverio feliz, pero esas luces y sombras que vienen del exterior imposibilitan abstraerse de la tragedia en curso, y de la caótica gestión de la lucha por la sobrevivencia en el mundo entero.

En mi casa podemos abrazarnos con mi hija menor, pero no con la mayor, pues ella es una futura doctora que trabaja en primera línea, con pacientes contagiados. A todos ellos, y a los que han perdido a sus seres queridos dedicamos esta melodía en el piano, tan emotiva y melancólica, “Colors of the wind”, que habla de cuán maravillosa es la Naturaleza, cuyo respeto debemos urgentemente recuperar, y de la sabiduría de sus pueblos originarios.

Por cierto, el ser humano tampoco ha podido crear algo más bello que la melodía de un piano. Especialmente al amanecer, en cuarentena.

Ana María López

Homenaje a mi padre

En medio del Encierro me encuentro con la figura de mi padre, que se ha muerto hace 7 meses.

El dolor de su ausencia y la pérdida se me asoman como un recuerdo circular, íntimo, de mi relación con él.

Desde una foto de álbum familiar antiguo le hago una ofrenda, como un homenaje y agradecimiento póstumo. Como una manera de sanar los desencuentros y lejanías que tuvimos.

Pin Campaña

Sin título

La historia de mi fotografía en cuarentena tiene que ver con mi hábito de juntar semillas, flores, estudiar el proceso en el cual se va transformando todo lo que es naturaleza.

El árbol de camelias floreció tardíamente en mí jardín y, en los momentos que podía, salía para recolectar las flores que caían, las fui juntando y con el frío se fueron manteniendo muy bien.

Empecé a diseñar en el suelo una pequeña alfombra de flores, llegué a juntar 60 y algo. Y hubo un incidente curioso y fue el efecto del agua con cloro que tenía en un balde que se derramó cerca de ellas y algunas se destiñeron cosa que me pareció interesante.

Hoy en día estoy trabajando con hojas de ginkgo, destiñéndolas en agua con distintas cantidades de cloro y otras trabajándolas con acuarela directamente. Agrego grano a las fotos porque me parece interesante sentir que ya no es una foto ni una pintura. Es algo que me interesa seguir investigando de sobremanera.

Verónica Aguirre

Sin Título

Acostado, tomándose una cerveza y conectado a su celular, fue como registré a mi marido en un momento de relajo dentro de la cuarentena que estamos viviendo, a causa de la pandemia mundial. Desde abril estamos encerrados y desde ese entonces empecé a registrar a mi familia.

La escena la compone un multipanel de tres fotografías, hechas sucesivamente en distintos segundos. Al juntarlas, arman una sola escena, pero que se ve fracturada, ya que, al unirlas, no calzan. Tal como es el fragmentado tiempo que vivimos actualmente.

No hay certeza de lo que va a pasar y sólo estamos aquí, esperando.

Anna Da Sacco

La Casita

Llevo más de tres meses encerrada, dejé de salir ante la pandemia de Covid-19.

La casa se ha convertido en un hábitat posible, un espacio de vida subexpuesto al virus, pero también a las amistades.

Consciente del privilegio de tener un hogar y de poder quedarme en él, he decidido usar la cámara para tomar notas visuales de mis emociones y vivencias, derivadas de la contingencia por pandemia.

En esa intimidad impuesta, he empezado a buscar sentido, a explorar lo que es la conexión con mi lugar y las ambivalencias que me provocan.

El concepto de casa, en este momento más que nunca, conlleva en sí la idea de refugio y al mismo tiempo de prisión. Por un lado la seguridad, por otro el
confinamiento.

Observo mi hogar reflejado en una lámina de vidrio y juego a mirarme desde afuera.

Soy un fragmento, una pequeña isla flotante cuyo aislamiento hace evidente la necesidad de crear enlaces, respetar nuestro ambiente y así recuperar el sentido de pertenencia.

Desde la fotografía y la imagen busco reconocerme en mi entorno y generar mi visión del futuro.

Zaida González

No hay Pan

El encierro lo he vivido en torno a una mesa con mi difunto amigo Ignacio, acompañándome atrás.

Trabajar de lunes a viernes, despejarla para almorzar a las 7:00 pm, fin de semana conectarme sobre ella para armar contenido y hablar con mis amigas. Todos los días son iguales, trabajar, comer, limpiar la casa, lavar la loza, cocinar, pensar en mi madre que murió, y al menos no sentirme tan mal por su ausencia y en vez de eso, sentir alivio de que ella no tuviera que pasar por todo esto.

Me habita la ansiedad, no me permite disfrutar el aquí y el ahora, temo cuando se va la luz, no poder reparar el día para hacerlo más llevadero. Es paradójico quejarse desde la mesa, sabiendo que miles de personas no tienen qué comer, ni trabajo, ni apoyo.

Me abruma ver como se tapan y silencias las calles, mientras todes estamos encerrados.

Veo a mis vecinos desde la ventana, esos que viven en carpas y que por hoy se mojan y aglutinan todas las semanas, llegando mas carpas y cartones como viviendas.

El paisaje es nefasto, Chile es uno de los países que peor ha llevado la pandemia y veo a mis amigas que perdieron su trabajo, cuyos proyectos se anularon, un presagio incierto, del que no sabemos cómo nos volveremos a parar.